sábado, 20 de noviembre de 2010

La desaparición del coche y la suegra

Leyendo la sección Tinta Roja que firma Javier Jiménez en el diario Ultima Hora, el estilo con que contaba los sucesos y curiosidades, me hizo recordar mis años infantiles y mi ansia devoradora de los libritos Reader’s Digest aquí en España publicados como Selecciones. ¿Quién no ha tenido en sus manos uno y ha hojeado sus páginas con esas tiras cómicas algunas veces absurdas, las historias que contaban y esos anuncios tan floridos?

Mi padre tenía un montón de ellos y ahora los tengo yo (junto con revistas de Historia y Vida, que también tienen lo suyo) Con los años los he ido retirando de mis estanterías para sustituirlos por lecturas más recientes y ahora están en cajas de cartón a la espera de darles una buena sepultura. Siempre hay gente que conoce nuestra afición por la lectura y a veces cae un buen puñado de ellos, pero un día dije basta y ahora no los quiero ni regalados porque me suponen un problema logístico: o yo o los libros.

Toda esta comedura de bola viene porque leyendo la sección en el periódico me ha entrado una morriña de volver a leerlos y asombrarme como me hizo en sus tiempos de aquellas historias que pasaban en EEUU.

Ahí va el primer suceso que cuenta el artículo:

“La policía recibió hace unos días una llamada telefónica muy apremiante: a un particular le habían robado el coche de Palma, con la suegra dentro. Un drama. Bueno, según cómo se mire. Una patrulla acudió rápidamente hasta la dirección señalada, una calle amplia junto al polígono de Levante, y el conductor, muy nervioso, les explicó lo ocurrido. “He dejad el coche nuevo en doble fila, con los cuatro intermitentes puestos. Además, en el asiento del copiloto iba la madre de mi mujer, que es una señora bastante mayor”.Los agentes le solicitan la matrícula y el modelo del turismo, y el conductor sigue sin dar crédito: “Que roben el coche n es tan raro, pero que también se lleven a mi suegra no me cuadra nada.”. “Seguro que es un drogadicto desesperado, que lo ha robado para ir a comprar su dosis a Son Banya”, echa más leña al fuego un peatón, que se ha acercado a cotillear. De repente, alguien grita algo y todos se abalanzan hacia él: “Ya ha aparecido el coche, está al final de la calle”. El conductor, y los policías y algunos curiosos corren en la dirección señalada. Lo primero que confirman, de lejos, es que se trata del coche desaparecido: la matrícula coincide. El yerno mira angustiado en el interior y descubre a la suegra en su asiento, imperturbable. Lleva el cinturón puesto, tiene agarrado el bolso contra el pecho y a través de sus gafas lo mira con cierto odio. La permanente sigue en su sitio. Y la indignada señora lo aclara todo: el yerno se había olvidado deponer el freno de mano y como la calle hace una ligera pendiente, el coche se fue deslizando, hasta topar con la acera. El conductor recuperó el coche nuevo, pero también a la suegra. No se puede tener todo”

0 comentarios:

Publicar un comentario